ANGÉLICA MENDOZA
Corren a la ventana alborotadas.
—-“¡Siéntense, mujeres!” — dice su caridad.
——-'¡ Madre! Le van a pegar a la Luisa!”
—-¿Oistes anoche cómo gritaba y la insultaba a la madre Concepción?”
—-“¡ Cada una a su lugar! ¡Nada le van a hacer a la Luisa! Hay que ver cómo ha seguido gritando esta mañana.”
La monja se queda seria.
Por la ventana vemos regresar al agente ajustándose el cinturón. Talvez tuvo que utilizarlo.
-—“¡No te pongas tanto negro en los ojos! ¡Quedan muy duros!”
La que habla es una francesa pulcra, que dá impre- sión de economía e higiene. Es algo así cómo una nota de finura.
La mujer que la escucha es una cordobesa, callada, de cóleras sordas. Se llama Olga.
—““¿Tu marido no vá a venir a pagar la multa?” — dice suave la franceza.
—““Primero se la vá a pagar a la otra!” — contesta con despego.
—'¡Entonces prefiere a la otra! ¡Y es más fea que vos. ¡Sos una sonsa!” :
La Olga se encoge de hombros y continúa el teñido de sus párpados.
—90-—