ANGÉLICA MENDOZA
que éso será obra de los hombres, y de la sociedad? ¡Nosotras luchamos por ese mundo mejor...!”
—-“¡Pero, es un mundo sin Dios!” — responde la Hermana.
--“¡ Pero, es un mundo para la felicidad, para respeto de la vida humana!” — digo con calor.
—-“Ustedes se parecen 'a nosotras en la fé. Nosotras creemos en Dios, que hace todos los destinos...! ¡A él confiamos !” — Sus labios pálidos se han cerrado.
—"“Nosotros en cambio, confiamos en la obra de to- dos los hombres, de todos los seres que sufren en la injusticia, y que luchan por hacer su propio destino... !”
Quiero continuar; pero el silencio que hay en el aula me revela que las mujeres están atentas.
Entonces la Laura sc ha levantado y dirigiéndose a la monja, dice:
—“¡Su Caridad converse conmigo! ¡No vé que nos- otras somos las que la queremos!”
—“Ufa! ¡Qué mal olor dejan las virgo!”
Y yo no puedo indiznarme. Es como si hubiera res- balado en una saliva callejera.
—%6—