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príncipe don Juan murió y la reina doña Isabel fallesció, plugo a nuestro Señor sacarme de los vicios del mundo y ponerme religioso franciscano, a do perseveré muchos años en compañía de varones observantísimos; y oxalá fuera tal mi vida qual ellos me dieron la criança. Estándome, pues, yo en mi monesterio, asaz descuydado de tornar más al mundo, sacóme de allí para su predicador y cronista el emperador dou Carlos, mi señor y amo, en la corte del qual he andado diez y ocho años sirviéndole de lo que él quería, aunque no como yo devía. En estos tiempos passados vi la corte del emperador Maximiliano, la del Papa, la del Rey de Francia, la del Rey de Romanos, la del Rey de Inglaterra, y vi las señorías de Venecia, de Génova y de Florencia, y vi los Estados y casas de los príncipes y potentados de Italia; en todas las quales cortes vi grandes cosas que notar y otras dignas de contar. He dado esta cuenta a Vuestra Alteza, muy alto príncipe, para que se páis que todo lo que dixere en este vuestro libro este vuestro siervo no lo ha soñado ni aun preguntado, sino que lo vió con sus ojos, passeó con sus pies, tocó con sus manos y aun lloró en su coraçón; por manera que le han de creer como a hombre que vió lo que escrive y experimentó lo que dize. Siendo, pues, yo oriado en casas de principes, y comiendo pan de príncipes, y andando en cortes de príncipes, y llevando gages de principes, y siendo oronista de príncipes, no sería justo que mis sudores y vigilias se, dedicassen sino a príncipes; a cuya