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Después que este muy ilustre príncipe Filipo venció a los atenienses, aconteció que como una noche estuviesse cenando y se moviesse plática entre él y los filósofos que allí se hallavan sobre quál era la mayor cosa que avía en el mundo, dixo un filósofo: «La mayor cosa que ay en el mundo es a mi ver el agua, pues vemos que ay más della sola que de todas las otras cosas juntas. Otro filósofo dixo que la mayor cosa del mundo era el Sol, pues sólo su resplandor abasta a alumbrar al cielo y al aire y a la tierra y al agua. Otro filósofo dixo que la mayor cosa del mundo era el gran monte Olimpo, la cumbre del qual sobrepuxava al aire y que de lo alto dél se descubría el mundo todo.

Otro filósofo dixo que la mayor cosa del mundo era el muy famoso gigante Atlas, sobre la sepultura del qual estava fundado el espantable monte Etna. Otro filósofo dixo que la mayor cosa del mundo era el gran poeta Homero, el qual fué en la vida tan famoso y en la muerte tan llorado, que pelearon entre sí siete muy grandes pueblos sobre quién guardaría sus huesos. El postrero y más sabio filósofo dixo: Nihil aliud in humanis rebus est magnum nisi animus magna despiciens. Quiso por estas palabras dezir: ninguna cosa con verdad se puede en este momento llamar grande si no es el coraçón que desprescia cosas grandes. ¡O alta y muy alta sentencia!, digna por cierto de notar y aun de a la memoria encomendar, pues por ella se nos da a entender que las riquezas y grandezas desta vida es muy más digno y de mayor gloria