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con la ponçoña de la embidia sino sola mi presumpción y locura? ¿Quién ossaría encender y soplar a cada passo en mis entrañas el fuego de la ira si no fuesse mi muy grande impaciencia? ¿Quién es la causa de ser yo entre los manjares tan desordenado si no es el averme yo criado tan regalado y goloso? ¿Quién ossaría irme a mí a la mano para no repartir mi hazienda con los pobres necessitados si no es el ser yo muy amador de mis propios dineros? ¿Quién da licencia a mi propia carne para que se levante contra mis sanctos desseos si no es el mi coraçón, que anda enconado con pensamientos livianos? De todo estos daños y de tan notorios agravios, a quién pornéis vos la demanda (1), o alma mía!, si no es a mi sensualidad propia? Gran locura es estando el ladrón en casa salir fuera a hazer la pesquisa. Quiero por lo dicho dezir que es gran vanidad, y aun liviandad, estando en nosotros la culpa formar contra otros la que xa; porque nos hemos de tener por dicho que jamás nos acabaremos de quexar sino quando nos començáremos a enmendar. ¡0 quántas y quántas vezes en el centro de nuestros coraçones se andan peleando y trebejando (2) la virtud, que me obliga a ser bueno y la sensualidad, que me combida a ser vano y liviano!; de la qual pelea se sigue quedar el mi juizio ofuscado, el entendimiento turbado, el coraçón alterado y yo mismo de mi (1) Poner la demanda: pedir algo judicialmente.

(2) Trehejar: enredar, travesear.