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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

o un único propietario. No tienes Brown & Smith, pero, en cambio —en el letrero de una tienda de mercancía seca, por ejemplo— "La sorpresa", o "El tiempo de primavera" o "La explosión". Un joyero es apto a ser llamado "La perla", "La Esmeralda"; una tienda de zapatos, "El pie de Venus" o "La bota azul".

Las ventanas tienen cortinas con gusto, en la forma de los escaparates. En pie una gran fuerza de empleados, tocando hombro a hombro. Parecen modales democráticas, incluso para la norma estadounidense. Estrechar la mano sobre el mostrador con un cliente patrón con quien han gozado un previo conocimiento; preguntarle a una madre de familia, tal vez, por la salud de la "señorita Lolita" y "señorita Soledad", sus hijas, que la pudo haber acompañado allí. Uno de ellos, escuchan, se va a casar. Tal vez esto se explica por la presencia de empleados menores de algunos de gran posición social —algunos de la clase que conociste después en espectáculos selectos del Ministro de Guatemala, por ejemplo. Pero una oferta limitada de ocupaciones hay a los jóvenes de México, y quienes trabajan han tenido que tomar esos lugares como se pudo. Se ofrecen ahora con gran entusiasmo a las posiciones de todo tipo en virtud de las nuevas empresas.

No era la ultima etiqueta para damas de clase alta hacer compras en público, excepto desde sus carros, los bienes llevados a ellos a la banqueta. Ahora ellas pueden entrar en tiendas. Una parte considerable de la compra de muebles y otros enseres domésticos, todavía las hacen los hombres de la familia. Tampoco es etiqueta para damas el verse caminando en las calles, incluso con una sirvienta, excepto a y de misa en la mañana.

El cambio en ambos sentidos se atribuye a los carros de