resort más exclusivo. Santa Anita es el St. Cloud o Bougival de México. Allí van, especialmente los domingos, animadas personas para distraerse en el agua y pasar un día de campo, tomar almuerzo con ellos, o depender de las baratas viandas que el lugar ofrece. El ancho canal amarillo es más veneciano que francés al principio. Una villa enmohecida de rojo o dos en sus orillas, con puertas de agua privadas, podrían pertenecer a la Brenta. Después líneas de sauces y álamos se reflejan en el agua, y luego es francés de nuevo.
Embarcaciones planas llegan, con fardos de heno y madera apilados, se dan eco mutuamente pacíficamente de vez en cuando. Rápidas y pequeñas chalupas siguen, manejadas por un maestro indio en poses para un escultor, mientras su esposa—o a menudo una mujer India sola está apostada entre flores y hortalizas, con las cuales desborda. Esta es la región de la chinampas, los jardines desde los cuales los mercados de México son liberalmente suplidos. Se forman por la División de lo que una vez fue un pantano, por canales ramales estrechos, en pequeños parches rectangulares. Los parches son tan pequeños que el propietario pasa alrededor del borde en su canoa y mantiene todas las partes húmedas con agua, que el lanza con una calabaza. Por esta atención y el rico carácter del suelo redimido, se producen cultivos exuberantes.
Las casas de la aldea son generalmente de bambú y sin ventanas, luz suficiente, penetrando a través de los intersticios. El primer negocio de los participantes en los festejos del domingo aquí es proporcionarse guirnaldas grandes y gruesas de amapola encantadora y flores de maíz azul y blancas, que se venden por mera nimiedad. Las usan sobre sus cabezas, en sus capas, con un efecto muy clásico. Un sonido general de fritura se escucha, donde comestibles, de los cuales chiles forman un gran ingrediente, se