un poco más cómodamente que el otro día. Al día siguiente cabalgamos a Amecameca.
Cuando el Señor Llandesio, profesor de Bellas Artes en México, hizo este ascenso, como lo hizo en 1866, dice que necesitó dos intentos antes de hacerlo. Tengo el folleto en el que lo describe. "El guía y el peón susurraron continuamente," dice, "lo que me hizo pensar que nos iban a jugar algún truco."
Por supuesto, lo hicieron. Después de un buen camino representaron era peligroso, imposible ir más lejos. Descendió y tomó su asiento en la diligencia para volver a México, cuando conoció a otro grupo, con guías más honestos y, regresando con ellos, esta vez triunfó. El describe a un joven tan fatigado en la montaña que él deseaba, con lágrimas en los ojos, dejarle morir. Otro sucumbió debido a la causa singular, que él había querido que espíritus ardientes no tuvieran ningún efecto en la atmósfera peculiar atenuada y había vaciado casi toda una botella entera de brandi.
Señor Llandesio fue informado por los indios que creían en un genio de la montaña, que llamaban Cuantelpostle. Era un pequeño hombre, que vivía sobre el Pico del Fraile, ayudaba a los obreros en sus trabajos con buen humor y los avergonzaba lo más posible cuando estaba de mal humor. Asimismo, dijeron que presentaban ofrendas por algunos para propiciar el volcán, con el fin de obtener lluvia y similares. Estos eran enterrados en la arena, y lugares marcan por una piedra plana. Esta práctica puede explicar algunos de los descubrimientos de Charnay, quien desenterró muy interesante cerámica al pie de la montaña.