Las tiendas en Bakersfield, como a lo largo de nuestros viajes, se mantienen principalmente por los judíos, que son grandes pioneros. Ningún pueblo está creciendo más ardientemente con el nuevo Oeste; y donde se encuentran es bastante seguro hay buenos negocios.
El barrio chino es un distrito de pequeñas calles compactas, de una medida que indica una población casi igual a la del resto del lugar. Una zanja de irrigación lo rodea como un foso. Las cabañas a lo largo de esta pintorescamente se reflejan en ella, son grises y gastadas por el clima, variada con parches de orientalismo brillante y sombreado por una línea de altos Álamos. El Barrio Español, muy cerca, es un grupo de casas de baile y corrales, entre los cuales morenos Joses y Juanitas se ven pasar.
Como si esto no fuera ya suficientemente extranjero, tropezamos con un campamento de gitanos errantes, sus tiendas de campaña en el borde del Barrio Español. Son ingleses y han llegado desde Australia, perdiendo sus "h" en el camino, sin duda, tan libremente como aquí. Son como tipos de Cruikshank y Dickens. Una Sra. Jarley con cara de manzana aparece con un gran bonete de terciopelo con plumas. Un individuo vestido muy estrechamente, delgado, con una planta en su sombrero, podría pasar por Sam Weller. Él es un domador de caballos y jockey. En sus talones le sigue un bull-dog beligerante. Detrás de una de las tiendas de un niño de nueve, de nombre Cassie, con ojos oscuros, está haciendo del baño frente un pedazo de espejo agrietado. Ella pega su cabello mojado en una semblanza de "olas de agua" de la sociedad de moda. Cuando se le interrumpe con un cumplido sobre la disposición ella muestra disgusto y lo tira todo una vez más con una coquetería nativa.
La mujer que parece a la Sra. Jarley es la adivinadora. Ella declara que hay personas cuya suerte ella no diría por veinte no, no por cincuenta dólares.