envidio con una especie de celos retrospectivos en mirar a este más feliz grupo. Sin tomar en cuenta la línea completa para nada, pero sólo yendo por mar como anteriormente, puede conseguir, por unas conexiones sencillas, cubrir en un tiempo breve y a un gasto pequeño lo que una vez hubiera significado un costoso viaje de meses. Saliendo de la ciudad de México por el Nacional —¡Imagina pasar por ferrocarril el pequeño Río Hondo y San Bartolito y San Francisquito, al que tan dolorosamente fuimos con nuestros guardias y nuestras cargas de plata en mula, contando historias de ladrones por el camino! —partiendo por el Nacional se llega a Toluca, Acámbaro, Morelia y Pátzcuaro, en el fértil y sonriente Michoacán. En Pátzcuaro tomas un paseo en el lago hermoso en un vapor americano nuevo. Regresas a Acámbaro, vuelta la norte a Celaya, allí se conecta con el Central Mexicana y regresa a la ciudad a través de Querétaro, San Juan del Rio, Tula, con sus ruinas Toltecas y Huehuetoca, con el corte de gran drenaje del tajo de Nochistongo. Tomar excursiones cortas alrededor de la Capital, y más largos a Amecameca y abajo a Tierra Caliente en Cuautla y de nuevo a la encantadora Cuernavaca por diligencia, para un ejemplo de este tipo de viajes. Con todo esto y las habituales vistas que se ven a lo largo de la línea de Vera Cruz, has tenido gran variedad de climas, razas, vestidos; has tenido agricultura, minas, antigüedades aborígenes, volcanes, arquitectura española, todo, en resumen, lo más interesante y característico en México.
De la misma manera hay paseos para hacerse abajo de nuestra frontera sur. Que tan fácilmente puede un turista en la vía del Pacífico Sur bajar a Guaymas, o un día o dos en el Nacional, desde Laredo, o en el Central, desde El Paso, o unirse a los dos de este últimos, por diligencia de Saltillo, con su audaz y encantador paisaje y asociaciones históricas de la Guerra mexicana, hacen el