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Página:Mexico, California and Arizona - 1900.djvu/83

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LOS PROYECTORES.


se llevan a la capital desde los jardines flotantes. El Paseo de la Reforma es una avenida amplia, recta, de casi dos millas de largo, a partir de una cierta estatua ecuestre de Carlos IV. de España —la primer fundición de bronce hecha en este hemisferio, con trabajo fino y excelente. Es de doscientos pies de ancho y tiene una doble hilera de árboles —eucalipto y cenizo— sombreando sus aceras. El dandi ecuestre mexicano debe ser observado cuando maneja su caballo entre las carrozas. Viste ahora no sólo sus pesadas espuelas y sombrero trenzado de plata, pero un machete en la silla y revólveres más grandes que nunca. No es que haya necesidad de ellos, ya que hay un par de carabineros montados —de quien parece haber gran necesidad tampoco— estacionados a casi cada cien yardas; pero son una parte de su peculiar presentación. Algunos de nuestros jóvenes americanos, también en el país, debe ser dicho casi mas mexicanos que los mexicanos mismos, llevan sus vestidos a un extremo exagerado.

Va a haber seis glorietas, con estatuas, espaciadas a intervalos adecuados en el camino. La primera, que contiene a una fina de Colón, está terminada; una de Cuauhtémoc, para la segunda, está en curso. La siguiente, se dice, tendrá a Cortez. Allí por fin estarán, cara a cara —sus compatriotas ahora— una persona del heroico defensor y el heroico conquistador, los dos personajes de rasgos tan contradictorios en sí mismos, ambos actuaron de acuerdo con sus luces en su día y generación, y sólo siguieron la ruta inevitable de su destino.

Las calzadas de La Verónica y La Romita —conteniendo antiguos acueductos arqueados pequeños, que llevan el agua a la ciudad— salen de Chapultepec, y forman dos lados de un triángulo obtuso, que cruza el Paseo (o Calzada) de la Reforma. Fue a lo largo de estas calzadas que los americanos corrieron, en esa invasión de un muy diferente