do las orejas saladas del Coronel Borda, que fueron enviadas a la hija de Rosas."[1]
Estos y atentados similares se dicen ser la causa de la reciente intervención de Inglaterra y Francia. La interferencia se dijo ser una de humanidad misericordiosa, y confiamos en que la continua sucesión de turbas y revoluciones con las que México ha sido azotado durante los últimos veinte años no le reducirá a la influencia de algún tirano como Rosas que le inundarán con sangre nativa y nos obligarán a no ser espectadores indiferentes de sus fallas.
En tal coyuntura el curso de este país será perfectamente claro. Verdadera habilidad política busca constantemente el avance de la humanidad—a la erradicación de toda brutalidad de nuestra raza—a la afirmación de la omnipotencia de la paz y la razón de Gobierno moderno. Si es la voluntad de Dios que una civilización cristiana y refinamiento proliferen en este mundo, yo saludaré el día como bendito para el pueblo mexicano cuando se establecerán perfecta paz y alianza perfecta entre nosotros como naciones independientes. Pero si el decreto divino es que nosotros interferiremos en la política mexicana, y que las diversas sangres de la raza mexicana finalmente se mezclan con la poderosa corriente de la anglosajona, que parece estar destinada a llenar cada vena y arteria de este poderoso continente, entonces, seguramente, nuestros vecinos distraídos, en general, asegurará para su país, progreso y gloria.
Baltimore, 1846.
- ↑ "Buenos Aires y la Republica de la Banda Oriental," por Sra. S. P. Jenkins—en la Revista Americana, vol.3d, pp.161,163.