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Página:Mexico as it was and as it is.djvu/200

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INDULGENCIAS.

A las puertas de la mayoría de estos edificios sagrados había damas sentadas, quienes recibían limosnas en grandes platos de plata y recompensaban con una dulce sonrisa; pero en la sacristía de la catedral tenían un sistema de limosnas que no he observado en otros lugares. Era una feria regular de indulgencias.

El cuerpo de nuestro Señor, en cera, estaba colocado en un ataúd cerca de la puerta, al entrar de la Catedral, y cerca de ella, había otra figura, representándolo como llegó de sus azotadores, sangrado y débil. Cerca de estas dos figuras sacerdotes se sientan mendigando a los que pasan por una donación a cambio de indulgencias. "Indulgencia de diez años por limosnas al Santo Sepulcro," dijo uno de ellos, con el plato enfrente;—y "indulgencia de veinte años por una limosna para la redención de los fieles en cautiverio," gritó el franciscano alto con hábito azul, que se encontraba cerca de la puerta al salir, ofreciendo más que su competidor menos liberal entre las figuras.

25,Viernes Santo. Los vestidos alegres de ayer se cambian por unos de profundo negro, usados por hombres y mujeres, y se celebra el día por servicios solemnes. Extrañé ver el "Descendimiento de la Cruz," en la Iglesia de Balbanera, que se dice es interpretado con marionetas y admirablemente bien ejecutada.

26. Este es el último día de las ceremonias, y a las nueve y media en la mañana el requerimiento fue tomado por campanas y carruajes. Las calles por supuesto inmediatamente se llenaron con todas las carrozas de la ciudad, cuyos choferes sólo esperaban el primer sonido de las torres de iglesia, para salir de sus patios. El repicar de las campanas era incesante, y en el mismo momento, el aire estaba lleno con el humo y la explosión de innumerables de cohetes y fuegos artificiales, llamados a "Judas" y "herejes" extendidos con cuerdas a través de las calles. La multitud de perros con que la ciudad está infestada, asustados por el inusual ruido, aullaba a lo largo de las calles, y la gran diversión de los léperos era tirar a las pobres bestias con cuerdas que corrían salvajemente sobre las abarrotadas arterias. Y así terminó en humo, gritos, tintineo, paso de carrozas, caballos, reventada de Judas, perros zancadilleados y locura, esta farsa caricaturesca del evento más terrible en la historia de la religión. En la vanidad de ostentación personal su efecto se tira a las clases mejores, mientras que todo se pierde en el espectáculo bárbaro y barato que se hace para atontar y sorprender a los ignorantes y bajos.