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MÉXICO.

ato después de recibirlo y apenas lo lamento ahora, ya que uno de los mejores Anticuarios de México pone gran duda sobre su autenticidad. Es la moda aquí, como en Italia, fabricar antigüedades a granel, y se requiere un buen ojo para detectar las impostoras.

Como salimos de las pirámides de Texcoco, tras nuestro examen de la mañana, fuimos acosados por varios de los burgueses que profesaban vender grandes colecciones de estatuas y fragmentos interesantes. Entre estós había un viejo indio que vivía directamente frente la mayor de las pirámides y pasaba sus horas de ocio tentando entre las ruinas. Los acompañamos, uno tras otro, a sus casas, pero no encontramos nada digno de comprar salvo unos pequeños ídolos de serpentina y algunos adornos personales cortados de una piedra extremadamente dura y frágil. Sobre el indio—, sus ídolos eran las muñecas de todos sus progenitores y habían sido machacados en el patio de su tugurio de barro durante tantos años que sus características estaban totalmente borradas.


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En la noche, la persona que iba a ser nuestra guía en el barrio, entró en la ciudad y nos visitó inmediatamente. Encontré que era un tipo honesto, corazón abierto, jovial; quien pasaba su tiempo capturando ganado—cuidando una pequeña milpa, o campo de maíz y cazando en las montañas vecinas. Su rostro y manos estaban marcadas por sus numerosos encuentros con las bestias; sin embargo antes de irse hizo a una de las chicas de la familia afinar su guitarra y llevando a otra, bailó un fandango, mientras el cantaba una canción en un idioma que no pude comprender, pero que parecía muy divertido de la alegría del grupo.

9 octubre.—domingo. ¡Una noche pasada en el reino de las pulgas! Estábamos, por consiguiente, afuera temprano—y el día era hermoso. A las nueve y media estábamos en nuestras monturas y en camino a las


PIRÁMIDES DE SAN JUAN TEOTIHUACÁN.

Al salir de la ciudad nuestro camino pasa en dirección noreste, a través de una serie de pueblos pintorescos enterrados en follaje y cercados con cactus órgano, levantando sus altos tallos como pilares a una altura de veinte pies por encima del suelo. El campo era onduado y pasamos varias elevaciones y un arrollo o dos antes de un brusco giró a la derecha y vimos el pueblo de San Juan con una amplia llanura más allá, bordeada por todos lados por montañas, excepto hacia el este, donde una profunda depresión en la cadena conduce a los Llanos de Otumba. En el centro de esta llanura están las pirámides de Teotihuacán y el dibujo opuesto