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MÉXICO.

y crimen. ¿Es maravilloso, en una ciudad con una inmensa proporción de sus habitantes de dicha clase, (desesperada en el presente y el futuro) que haya asesinos y ladrones?

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En la población India que llega a la Capital de los lagos, debo decir que al parecer es más valor y carácter. Los navegando en sus lanchas en los canales y pasando y repasando en sus canoas, que navegando entre la ciudad y Chalco y Texcoco. Es una hermosa vista mirar a estas diminutas embarcaciones navegar como jardines flotantes a los muelles en la mañana, cargado hasta el borde del agua con frutas, flores y verduras, que ocultan el bote que les lleva.

Las antiguas casas en este barrio, elevándose sobre los canales, las aguas mansas y la multitud morena de las mejores clases con vestidos extravagantes, recuerdan fuertemente a Venecia.

Bordeando el canal y hacia la llanura que linda con las Chinampas, o ex jardines flotantes, está el Paseo de la Viga, una vía pública frecuentada por el mundo bonito en diligencia y a caballo, durante la temporada de Cuaresma. Apenas una tarde pasa, en esa época del año, que el observador no encontrará el canal cubierto con alegres barco cargados de indios, yendo a casa después del mercado, bailando, cantando, riendo, rasgueando la guitarra y coronados con guirnaldas de amapolas. Desconozco el origen de la costumbre de llevar esta olvidadiza flor; pero es un olvido más saludable y poético que al que recurren a por mucha gente en otras tierras, después de un día de faena.

Dando vuelta, más hacia el oeste, llegamos una vez más a la gran plaza.

Al pasar frente a Palacio Nacional, desde su puerta principal cincuenta soldados alegremente uniformados, seguidos por una diligencia ricamente cubierta con terciopelo carmesí y oro, tirado por cuatro caballos blancos y conducida por un conductor Yanqui. Detrás de ellos otros cincuenta soldados más, mientras que a los lados de la diligencia, hay seis ayudantes cabalgan en sus briosos corceles. Sólo hay una persona en el vehículo. Su vestido es el de un General de división, con forros rojos y bordados de oro. Viste una serie de adornos alrededor de su cuello, mientras que una medalla brillando con diamantes, votada por la nación, descansa en su seno. El mango de su espada esta llena de diamantes, y su mano descansa sobre un bastón con mango de diamantes. ¡Él está descubierto, y, cuando pasa y se inclina elegantemente a tu saludo, reconoces al Presidente de la República!

La salida del Presidente desde el Palacio atrajo una multitud. El mercado contiguo, siempre lleno de gente, vierte sus multitudes a la plaza.

En primer lugar, existe el Aguador o portador de agua, con sus dos jarras de barro —una suspendido por un cinturón de cuero alrededor de su frente y