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MORENO NIETO.




Toda nuestra generación literaria ha conocido, admirado y estimado al ilustre extremeño cuyo nombre encabeza el capitulo presente.

Puede decirse que el Ateneo es él. A la hora actual aun creemos verle aparecer por la puerta, dar apretones de mano á derecha é izquierda, tomar parte en todas las discusiones, y acudir después á la biblioteca y pasar dos horas rodeado de libros y tomando un helado, aquel helado cotidiano que parecía ser en él calmante del cerebro, excitado por la interminable discusión del día.

Eran en Moreno Nieto la oratoria, la controversia, la discusión de todo y por todo, ocupaciones constantes desde el alba hasta la media noche. Su palabra, como torrente desbordado, no cesaba de brotar á todas horas. Más que conversación, su manera de hablar era torbe-