llino. Hablaba mucho, y hablaba siempre, y siempre muy de prisa. Todo era en sus labios discurso.
Asombrosa fué su memoria. Se cuentan como fenómenos determinados individuos que guardan en la mente cuanto leen. Moreno Nieto tenía esta condición, que unida á sus talentos, hacia de él un hombre-biblioteca, un monstruo de erudición, un libro constante de consulta. Fechas, autores, libros, escuelas, todo lo tenía en la cabeza y todo lo aplicaba, ya al discurso público, ya al diálogo particular, con facilidad por todo extremo pasmosa.
Se necesita haberle conocido para juzgar bien á esta personalidad salientísima de nuestra historia literaria.
Su carácter era angelical, nunca tuvo enemigos. Amigos, muchos, y muy fieles. Entre éstos descollaba Adelardo Ayala, á cuya casa iba todas las noches después de comer, complaciéndose en discutir de varios asuntos con el poeta. En aquellas intimidades, á que más de una vez asistí, se demostraba el bondadosísimo carácter de Moreno Nieto y el talento natural de Ayala. Lo que éste no sabía, lo adivinaba, y Moreno Nieto le recogía las frases, asegurando que eran de Leibnitz ó de Krauss. Eran de Ayala; solamente que el genio tiene este privilegio de coincidir con otros iguales al suyo.
Moreno Nieto tiene una biografía brillante; llovieron sobre él los honores y las distinciones; fué cuanto quiso y á gusto de todos. Pasó por la política, por este