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Narvaéz, como casi todos los que llegaban a América, eran aventureros en busca de hacer fortuna. La península española venía de un proceso de una larga guerra contra los árabes, de modo que el pueblo nacía, crecía y moría en la guerra. El hombre en general sabía usar las armas y éstas eran muy caras, especialmente las de fuego. Por lo cual, la mayoría de los aventureros venían muy mal armados. Una armadura completa solo la podía pagar un hombre rico y esta clase de hombres no andaban exponiéndose en lugares desconocidos, lejanos y peligrosos, ellos en cambio, “invertían” y financiaban expediciones. Además las armaduras eran muy pesadas, entre 25 y 30 kilogramos, y el clima no se prestaba.

Las ilustraciones en las que se ven perfectamente armados y y uniformados “los soldados” de Cortés es solo una fantasía más de la ideología criolla. Cortés desembarcó con 32 ballesteros y 13 arcabuceros, 10 cañones pesados, 4 culebrinas ligeras, 16 caballos y algunos perros. Armas muy básicas y poco eficientes, pensando en que según los mitos y fantasías de la conquista, fueron las que vencieron a cientos de miles de guerreros mexicas. Por el simple número de los enemigos, esas armas nunca pudieron, por sí mismas, determinar la victoria del invasor. Existen textos escritos por el propio Bernal Díaz del Castillo o la del Conquistador Anónimo, que describen como en los primeros choques entre los invasores españoles y los guerreros tlaxcaltecas, éstos mataron a jinetes y caballos de manera sorprendente y eficaz. Además la historia nos demuestra que ningún ejército invasor somete a un pueblo solo por la superioridad tecnológica, como se vio en Vietnam o se aprecia hoy en Afganistán.

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