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Las guerras floridas de los mexicas tenían como objetivo tomar prisioneros e imponer pesados tributos, como nunca antes se había dado en el Anáhuac, a los pueblos vencidos. Estos pesados tributos mantenían un clima de odio y resentimiento en contra de Tenochtitlán. Este malestar fue el que uso Cortés para buscar las alianzas con los pueblos sojuzgados.

Las rivalidades entre los señoríos.

Se supone que durante el periodo Clásico fue una época dorada en la que los Venerables Maestros toltecas guiaron a los pueblos del Anáhuac por el camino virtuoso del desarrollo espiritual. En este periodo no existieron guerras, entre otras cosas, porque el proyecto social estaba encaminado al desarrollo espiritual. Un dato que corrobora esta hipótesis es que como ya se dijo, los anahuacas por milenios, jamás se dedicaron al desarrollo de las armas y nunca inventaron la moneda. Por tal razón los conflictos humanos no se resolvían con las armas y en general, no había guerras.

Sin embargo, alrededor de la mitad del siglo IX, los centros de conocimiento, hoy llamados "zonas arqueológicas" fueron destruidos y cubiertos de tierra. Los maestros toltecas literalmente desapreciaron y dejaron dicho que retornarían igual que Quetzalcóatl. Esta fractura marca el momento más oscuro de la historia del Anáhuac. Con la ausencia de la sabiduría simbólicamente representada con la figura de Quetzalcóatl,

los pueblos empezaron a tomar “sus propios caminos” y sin la

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