Cortés y sus filibusteros entre
más se internaban en el
Anáhuac, más indefensos y
desprotegidos se sentían, ante un
mundo desconocido y totalmente
asombroso. Debe de recordarse
que la ciudad más grande del
mundo en 1519 era justamente
México—Tenochtitlán y que ningún
europeo de la expedición había
visto ciudades, arquitectura,
urbanismo y organización social
como la que veían en el Anáhuac.
Lo que los movía a avanzar era la codicia. El miedo a la quiebra económica, pues muchos habían invertido todo su capital en la expedición y la amenaza que representaba el jefe de la cuadrilla de salteadores, pues sabían que Cortés se la estaba jugando el todo por el todo y que retroceder, significaba para él, en el mejor de los casos la
cárcel o la pena de muerte.