DE CECILIA 105
Sólo unos meses antes del día cn que vuelvo á reanudar esta historia, don Pedro alarmado por el incremento que tomaba su enfermedad habló de ella á su esposa y ésta consultó inmediatamente á un médico á pe- sar de la decidida oposición del enfermo.
El dictamen de la ciencia no fué favorable. Tratábase de una antigua enfermedad al cora- zón, que se había agravado con el golpe que recibiera don Pedro á la muerte de su hija. Los distintos médicos que consultó Margarita opi- naron con corta diferencia lo mismo: que la vida del enfermo podía prolongarse muchos años como también extinguirse de un mo- mento á otro. Recomendaron calma absoluta, nada de emociones; pero el carácter del en- fermo era el menos á propósito para seme- jante régimen.
Al fin don Pedro vióse obligado á guardar cama, por repentina gravedad de su estado; y entonces pudo contemplar á su esposa, siempre á su lado, como un ángel de cari- dad, brindándole los menores deseos y en- dulzando por todos los medios posibles sus tristes horas de enfermo.
Como si ante la luz de la otra vida, se hu- bieran disipado las nieblas que oscurecían su alma ignorante y ardiente, don Pedro ex- perimentaba una gran turbación al ver á la generosa criatura, que era compañera de su