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Página:Morrison de Parker Padrino de Cecilia.djvu/112

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110 EL PADRINO

— Pedro,-- interrumpió ella con angustia -—- no sigas, me haces sufrir al hablar así.

—¡No! Déjame hablar, porque eso me ali- via, — y tomando la linda mano de su esposa entre las suyas enflaquecidas, prosiguió : — ¡Cosa extraña! Sólo cuando se va á morir, se ven las cosas tales como son.

Yo no pensaba antes así; pero ahora com- prendo que fué una locura pretender que me quisieras, Margarita. Tú eras una niña y yo casi un viejo y, además, bruto y malo... Te he hecho muy desgraciada, no he tenido pie- dad de tus sueños de niña; pero, creéme, yo tampoco he sido nunca feliz. Mi primera es- posa no me quería tampoco; se casó conmigo por complacer á sus padres; pero quería á otro que había muerto y á quien ella no po- día olvidar. ¡Cuánto odié á ese muerto que no tenía la culpa de mis tormentos y cuánto la mortifiqué á ella por ese recuerdo que yo suponía, conservaba en su corazón! La hice desgraciada comc á ti, quizás más aún; y creo que murió de pena. Después me casé contigo porque como eras una niña pensé que no habías querido y podrías amarme; pero yo no he sabido inspirar cariño niá ti ni á la otra.

Ya no tiene remedio; pero te pido me per- dones para poder morir tranquilo.

—|¡Pedro!— dijo Margarita llorando y con