10 EL PADRINO
en la fábrica. Además— agregó con tono ligeramente amargo--no tenemos más re- medio que concluir la costura y de ninguna manera quiero que toda la tarea sea para ti.
La madre no contestó; miró algunos ins- tantes á Margarita con intensa expresión de ternura y volvió á reanudar la tarea, sin se- parar más la vista de su labor.
Margarita la imitó; pero, con ese maravi- lloso poder de la juventud, mientras sus ági- les dedos unían primorosos encajes, su ima- ginación echó á volar lejos... muy lejos de la costura, pasando revista á todos los acon- tecimientos de su vida.
¡Y no fueron, por cierto, risueños los pen- samientos de la pobre niña!... Sólo muy vagamente, como una lejana visión, recordó los primeros años de su infancia pasados en la opulencia, luego fué evocando con más claridad, primero la escasez y más adelante la pobreza, hasta llegar al presente en que la miseria golpeaba á las puertas de su in- fortunado hogar. Recordó su educación in- terrumpida y como su madre, que hubiera querido hacerle seguir la carrera del magis- terio, tuvo que renunciar á esta idea por falta de recursos con que pagar maestros y comprar libros, viéndose por fin obligada á
ponerla á coser en una fábrica de ropa blanca.
