DE CECILIA 11
Y aquella tarde, había recibido una herida profunda en el corazón, ¡en su pobre cora: zón de diez y seis años que tanto había su- frido ya! Algunas de las muchachas, que trabajaban en el taller, se habían propuesto jugar una mala pasada á la directora, co- municando la idea á Margarita, que se opuso terminantemente, afeándoles además tal com- portamiento.
Entonces aquellas muchachuelas mal edu- cadas la habían colmado de injurias, llamán- dola orgullosa y diciéndole que, aunque se daba « muchos aires », valía menos que ellas pues su padre no había sido otra cosa que un jugador, un ebrio: un perdido, en una pa: labra.
Al oir hablar tan sin respeto de su padre muerto, Margarita sintió impulsos de arrojar cuanto tenía á mano sobre sus perversas compañeras... y en la imposibilidad de ha- cerlo se había mordido los labios hasta ha- cerse sangre para contener las lágrimas que se agolpaban á sus ojos.
Pero una vez en la calle había llorado á sus anchas, protegida por el tupido velo de crespón que le ocultaba el rostro pues su pa- dre hacía apenas ocho meses que había muerto
Ya en su casa, no quiso afligir á su madre contándole sus penas. Por eso trataba de disimular la angustia que la oprimía entre-
