DE CECILIA 51
no bien notó que aqnella imagen ocupaba su pensamiento, se estremeció y trató de cam- biar de ideas, pareciéndole que ofendía á su esposo al pensar en otro hombre. Sin em- bargo, oyó decir que el joven había estado en la iglesia y se había retirado para ir á buscar á su novia á un concierto; después de lo cual la pobre niña se esforzó en apar- tar aquella imagen de su corazón, tratando de pensar en los deberes que su nuevo es- tado le imponía y proponiéndose hacer cuanto le fuera posible por amar á su marido. Cuando este le anunció en voz baja que era hora de partir, palideció y sus ojos giraron desolados en torno de la sala, como buscando protección. Vió á su madre conmovida, pero satisfecha, á sus hermanos radiantes de ale- gría... y, como si este cuadro le hubiera dado valor, contestó con una sonrisa á las frases, llenas de amorosa impaciencia, de don Pedro y lo siguió, resignada con su destino.
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SEIS AÑOS DESPUÉS
Dejemos transcurrir el tiempo, ese mago que cambia con tanta rapidez los cuadros que hemos contemplado, los rostros y aún