50 EL PADRINO
Entre tanto en la nueva morada de la fa- milia de Gómez, adornada con gusto y sen- cillez, se reunía un selecto número de rela- ciones para beber una copa de champagne por la felicidad de los novios y se improvi- saba una reunión, que aunque íntima, prome- tía gratas horas de sociabilidad.
Real no hacía las cosas á medias y aunque era enemigo de los bailes, bien hubiera que- rido celebrar con uno expléndido su buena fortuna de casarse con tan encantadora cria- tura; pero el luto que aun llevaba la familia de la novia se lo impidió. Tuvo, pues, que con- tentarse con ofrecer una fiesta de carácter completamente familiar, á las numerosas amistades que debía, más que á su fortuna, al trato exquisito y encantador de su hija.
La pobre Margarita quería estar alegre, pero le era imposible lograrlo. Ahora que estaba todo concluido, se horrorizaba al pen- sar que estaba unida para siempre á aquél hombre. En vano se decía que iba á hacer la felicidad de los suyos, que su esposo era tal vez muy bueno y lo llegaría á querer con el tiempo; no conseguía dominar su pena y á cada momento sus ojos se llenaban de lágrimas, que disculpaba diciendo que sufría al tener que separarse de su madre.
La joven notó la ausencia de Viñas; pero no se atrevió á preguntar por él. Aún más:
