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DE CECILIA 65

-—¿Me promete que va á decir que «si».

— Sepamos primeramente lo que es-—-dijo gravemente Real.

—Pues bien... yo creo que unas cuantas amigas y amigos reunidos aquí, un poco de música y, si acaso, «unas vueltas» sería mejor,

Real dió un salto en su silla,

¡Un baile! —exclamó colérico —¡Un baile en mi casa!... ¿te has vuelto loca, criatura?

—¿Y qué mal habría en ello? — preguntó valientemente Julieta.

— ¿Cómo qué mal? No sé cómo me con- tengo al oirte.

¡Bien lo quisiera Margarita, porque apuesto que es de ella la idea!

— Mi hermana no sabe de lo que se trata — dijo con firmeza la joven—ni hay motivo para tanto barullo. Si no quiere, con decir «no» asunto concluido.

—Es que me he indignado... Sabe Dios cuantos planes habías formado á mi costa, para esa noche, en unión del «pela-gatos» de tu novio.

Julieta se levantó con los ojos brillantes.

— ¡No insulte á César! — dijo con energía. Si es pobre, es también bueno y bien edu- cado. Sabrá, el día que se case, hacer feliz á su mujer.

— ¿Quieres decir con eso que yo no hago feliz á la mía?— rugió Real cada vez más

5.