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66 EL PADRINO

irritado. ¿Se atreve Margarita á quejarse de su suerte? ¡Bueno sería que yo lo llegara á saber!

— Margarita es demasiado noble y altiva para quejarse — dijo dolorosamente Julieta; y tomando de la mano á Cecilia, que miraba á su padre y á su tía con los ojos muv abier- tos, salió de la habitación.

Real quedó murmurando :

— ¡Bailes! ¡Bailes!... ¡Ya les daré bai- les!... Y con que modo me ha hablado esa chicuela impertinente.

Por el semblante entristecido de su her- mana, conoció Margarita que la negociación había fracasado y preguntó toda asustada:

—¿Se ha enojado mucho ?

— ¡Se ha enojado! ¡Se ha indignado! ¡Se ha enfurecido!... ¡Pobre Margarita! qué hombre tan grosero es tu esposo.

La blanca mano de la señora de Real se posó vivamente sobre la boca de su her- mana.

La joven se arrojó en sus brazos y por un momento las dos hermanas permanecieron unidas en tierno y hermosísimo grupo. Cuando se separaron, ambas tenían las mejillas ba- fiaadas en lágrimas; las de Julia, redondas y rosadas, parecían dos encendidas rosas hú-