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5] b

EL PADRINO

— Tú, único ser que conoce mis secretos, sabes muy bien porqué no estoy allí.

— ¿Siempre enamorado de... ?

Eduardo lo interrumpió señalándole con el gesto á Cecilia.

— ¿Qué puede comprender esa criatura de lo que hablamos ?

— Te equivocas; es viva como un rayo.

Como si Cecilia hubiera querido dar la ra- zón á Eduardo, echó á correr y al poco rato volvió con una picaresca expresión en su ca- rita.

— ¿Qué fuiste á hacer? — preguntóle Héc- tor.

— A mirar á tía Julieta, que está hablando con el novio.

Héctor y Eduardo miraron en la dirección que indicaba la niña y vieron en efecto á Ju- lieta que, aprovechando el momento en que todos estaban entretenidos, conversaba con un joven al través de la verja.

— ¿No te lo dije? — Nada se le escapa; — dijo Eduardo -—- si repite esto delante de su padre, Julieta no lo va á pasar muy bien.

-——De veras, porque mi suegro es ridículo hasta no poderlo ser más.

— ¡Pobre Margarita l-— murmuró Eduardo.

En aquel momento, Julieta temerosa al ver que se acercaban dos personas puso fin á su dulce coloquio y se separó de la verja.