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Página:Morrison de Parker Padrino de Cecilia.djvu/82

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80 EL PADRINO

fueron una necia inspiración de mi orgullo, una cobardía incalificable. Sí, — prosiguió alentado, y exaltándose al ver que Margarita le escuchaba palpitante ;--1lo he comprendido; por desgracia demasiado tarde: fuí un niño cobarde y necio, Margarita, cobarde, por ha- ber renunciado tan fácilmente á ti, necio, por haber creído vencer mi dolor desafiándolo. Pero he sido cruelmente castigado, pues no ha transcurrido nna hora, un minuto, sin que me maldiga por haberte perdido mi dulce, mi buena, mi encantadora Margarita !...

Las últimas palabras de Eduardo se aho- garon casi en un sollozo é intentó tomar nuevememe la mano de la joven; pero ella vuelta en sí por aquel movimiento, aterrada por ia vehemencia del joven, que su impru- dente reproche había provocado, lo rechazó con repentina firmeza.

—¡Basta, Eduardo!— dijo con dolorosa dignidad —- ni una palabra más ó me retiraré llevando de tí un amargo recuerdo. Ignoro qué idea fatal te ha conducido aquí; pero sea lo que fuere te perdono, con la condi- ción de que no volverás á turbar mi con- ciencia ni mi reposo. Esta escena ha sido indigna de los dos...

Vuelto á la realidad por las palabras de Margarita, Eduardo bajó la cabeza con aba- timiento; ella prosiguió con más dulzura.