92 EL PADRINO
— ¿Qué tiene Cecilia ? — preguntó con tono áspero. — ¿Es tan grave su enfermedad que te ha impedido acudir donde era tu deber?...
Margarita narró con voz temblorosa lo ocu- rrido, disfrazando un tanto la verdad al de- cirle que sobrecogida por el dolor que le causara la muerte de Juanita, no había visto cuando Cecilia se puso á jugar con los fós- foros y que ignoraba (esto era cierto) como se había apoderado de ellos la niña. Contóle cómo Eduardo la había salvado de una muerte segura y puso sin querer tanta ani- mación en sus palabras que por la mente del celoso marido, cruzó una sospecha.
—¡Ah!--dijo con ironía—¿con qué fué tanta tu ofuscación que te impidió ver lo que hacía tu hija á dos pasos de distancia?... ¡Nunca imaginé fuera tan grande tu cariño por mi pobre Juana!
Vamos, se franca, ¿fué la noticia de su muerte ó la presencia de mi señor sobrino lo que te distrajo?...
— ¡Pedro — murmuró la joven entre irri- tada y suplicante.
El continuó cada vez más exaltado:
— ¡Con razón no me gustan esos mozal- betes en casa!
¡Y Eduardo... á quien yo consideraba como un hijo!...
Pero no pondrá más los piés aquí; yo me