Página:Narraciones populares - Santos Vega.pdf/16

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada

manifestaba sin escrúpulos. Había hecho un viaje á la ciudad, para las Fiestas Mayas; sabía lo que era el teatro, en qué consistían los fuegos artificiales y los sermones de la Catedral,—cuestión toda de pirotécnica;—pero, estaba Dolores tan acostumbrada al campo, que, al día siguiente de hallarse en Buenos Aires, se moría de fastidio.

Dolores era bella, de una belleza de expresión que se burlaba impunemente de la armonía glacial de las líneas. Tenia una nariz atrevida y graciosa, una boca pequeña y sonriente, y un hoyito tentador en cada mejilla. Sus ojos eran negros y grandes; y, si es cierto que por esas ventanas asoma el alma al mundo, tenía Dolores un alma triste, con tendencias fatales á la melancolía. Completaba, como un marco de ébano, el cuadro de aquel rostro, una cabellera abundosa que dejaba caer algunos rizos negros sobre la frente. Manos pequeñas de dedos cónicos y uñas rosadas, pié diminuto, cuerpo gallardamente sostenido sin el auxilio engañador del corset,—todo se unía para hacer de la hija del rico hacendado, una hermosa mujer, aspiración de los paisanos jóvenes, y legítimo orgullo de sus padres.

Dolores había recibido lecciones de un maestro español, hombre pobre y entrado en años, que el padre presentó á su hija, al regresar de uno de sus viajes á la ciudad.

Así aprendió á leer de corrido y á escribir con facilidad. Aquella instrucción, aunque muy superficial, como tenía que serlo, hizo conocer á la niña los