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La sensación del peligro rayó entonces en la desesperación. El caballo desbocado, al tropezar con el cuerpo que arrastraba, le daba de coces para desprenderse de él, y cada coz era para la infeliz Dolores un golpe terrible. De pronto, sus ayes dejaron de oirse: era que se habla desmayado.

Un accidente feliz hizo creer por algunos momentos que aun era tiempo de salvar á la desventurada novia: se vió aparecer un ginete en dirección opuesta á la que llevaba el caballo de Dolores. Se conocía que el hombre aquel había comprendido el peligro, porque aceleró su marcha para salir al encuentro de la cabalgata. Una nube de polvo le envolvía, levantada al golpe violento del casco de su caballo. Cuando vió de cerca el peligro, se detuvo, y viendo que era imposible sujetar de otro modo el animal desbocado, le echó el lazo, con tal acierto, que le sujetó dándole una violenta sacudida. Todos reconocieron á José en aquel oportuno salvador, y le saludaron con una mirada de gratitud, corriendo en auxilio de la pobre víctima.

Ya era tarde. Todos los cuidados que se le prodigaron, todos los afanes de sus padres y de su novio, todas las lágrimas derramadas sobre ella, no lograron volverla á la vida. La que había salido novia entró cadáver en la cámara nupcial.

Comentando suceso tan doloroso, se dijo que el velo que Dolores llevaba en la cabeza, al flotar impelido por una ráfaga de viento, había asustado al caballo, dando lugar á que se desbocara. Algunos ase-