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Pero, ah! cuánta desgracia se hallaba reservada para aquel hogar antes feliz.

La felicidad como el dolor, nunca es eterna.

Todo tiene sus límites en esta vida.

Los movimientos de la rueda de las emociones, son como los de la fortuna.

Hoy unos arriba y otros abajo; mañana los que se hallan abajo, suben, y los que se hallan arriba, bajan.

No todos los días se llora.

Tampoco todos los días se rie.

El sol no siempre sale.

Ni siempre está el cielo nublado.

Hay, pues, en todo, contínua sucesión de luces y de sombras.

La felicidad del médico sufrió un golpe terrible en el día mismo en que creía llegar á las supremas alturas.

Su mujer murió de parto, mártir de dolores tremendos, para cuyo alivio el poder de la ciencia fué inútil.

Pero, sin duda, para que algún consuelo recayese sobre el alma afligida de aquel hombre, el niño se salvó, sacando la vida de la muerte de su madre.

El hijo fué un grande alivio para las desdichas del desventurado padre.

El médico quiso que su hijo fuese bien atendido en su propia casa.