la humanidad, dió a los divinos filósofos interlocutoras también divinas. Roma tuvo tantas mujeres admirables como hombres. La edad media esté llena de Eloisas y Clemencias Isauras, de Marias de Molina e Isabeles; y en el mundo actual, casi en todos los países de Europa, la mujer es superior al hombre.
La civilización y la cultura están, pues, constituidas en gran parte por las manos de seda de la mujer, y si dudáis de ello, señores, y si queréis saber lo que intrinsecamente es la mujer en toda vuestra obra, ensayad apartarla de vuestras ciudades y de vuestros campos; veréis en seguida como nuestra ferocidad nativa, sin ellas que la atemperen y sofrenen, muerde, mata, destruye y hace saltar el planeta... lo que la guerra hubiese logrado, sin duda algu-