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CARTA VII

Y ¿quién duda, marqués, de que sea el mérito esen- cial el que consigue agradar á las mujeres? La cues- tión es saber qué idea ponéis en esa expresión. Lla- máis mérito esencial á la solidez del talento, la jus- teza del discernimiento, el alcance de la erudición, la prudencia, la discreción, qué sé yo, toda esa carga de virtudes que más consiguen estorbarnos que hacernos felices. En ese caso no nos entendemos. Reservad todas esas cualidades para el trato con los hombres que han convenido en aceptarlas. Pero para la galan- tería cambiad todas esas virtudes por otros tantos agrados, único mérito que se lleva en esa tierra, única moneda que en ella tiene curso, y guardaos bien de decir que sea falsa. El verdadero mérito consiste qui- zás menos en una perfección real, que en la conven- cional. Es mucho más ventajoso tener las cualidades que convienen á los que queremos agradar, que poseer aquellas que creemos realmente estimables. En una palabra, hay que seguir las costumbres y á veces hasta los defectos de los pueblos en que tenemos que viviri si queremos vivir agradablemente.

¿Guál es el destino de las mujeres, cuál su papel