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AL MARQUÉS DE SÉVIGNÉ 12

por deprimir á las mujeres. He querido que compren- dierais que las mujeres en ese respecto, sin ser más culpables que los hombres, son más peligrosas, porque están habituada á ocultar sus sentimientos mejor que vosotros. En efecto, vosotros declaráis muy pronto cuál es el objeto de vuestro amor y ellas no. Sin embargo, cuando os aseguran que su inclinación por vosotros está fundada en el reconocimiento de vuestro mérito y buenas cualidades, son sinceras — ya os he dicho que estoy persuadida de ello. Ni siquiera dudo de que cuando se dén cuenta de una disminución de delicadeza en su manera de pensar, procurarán ocul- tárdelo á sí mismas. Pero los motivos de que os he hablado no existen menos en el fondo de sus corazones; son las verdaderas causas de la inclinación que sien- ten por vosotros, y por muchos esfuerzos que hagan para creer que su amor obedece á causas completa- mente espirituales, su deseo en nada altera la natu- raleza de las cosas. Ellas disimulan esa deformidad moral con tanto cuidado como el que emplearían para ocultar unos dientes que desfiguraran una cara her- mosa y expresiva. No se atreverían á abrir la boca ni aun estando solas, y en fuerza de ocultar á los demás ese defecto y hasta á ellas mismas, llegarían á olvi- darlo ó á no concederle importancia. Á pesar de todo, convengo con vos, en que perderíais mucho si ellas y vosotros os mostraseis como sois. El mundo ha acor- dado representar una comedia; y confesar los verda- deros sentimientos sería impropio de un actor, sería sustituir lo que se ha convenido fingir con el carácter real. Gocemos del encantamiento sin querer conocer el encanto que nos seduce. Anatomizar el amor es curarse de él. Psyché lo perdió, porque quiso cono- cerlo. Á punto estoy de creer que esta fábula es una