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2 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

bras de placer y de probidad. Su padre supo hábil- mente proporcionar sus lecciones á los grados de inteligencia que ella adquiría con la edad. No podian ir más ligeros puesto que á los doce años ya había ella devorado á Montaigne y á Charón su grave imi- tador. ¡Y cómo se fortificaron los consejos de su padre con los escritos del primero de estos autores á quien amó toda su vida!

Inútilmente Mme, de Lenclós quería hacerla par- ticipar de los santos ejercicios á los cuales había con- sagrado sus días. Ninón hasta en las mismas iglesias sustituia á los libros santos que se le daban lecturas más conformes á la educación que recibía de su padre. Tenemos quizás desde nuestra más tierna infancia un corazón abierto á la idea de las pasiones y los sentimientos que lo han de llenar un día. M. de senclós persuadía solo; ¡y qué ventajas no tenía para seducir un alma tan bien adornada por la natu- raleza !

Ninón empezó á entrar en el mundo en un tiempo en qué Francia era presa de mil disturbios que la desgarraban dentro y fuera. Tan tempestuosos días parecian deber alejar los placeres de la capital; y sin embargo reinaban en ella á pesar de los furores de la guerra y en la época del más religioso de los monarcas.

Sobre todo en el Marais habían fijado su morada los más célebres voluptuosos, ó, al menos, allí se reunían casi todos. Lejos del tumulto, y del bullicio que la indigencia, bajo el nombre de industria, cau- saba en el seno de la ciudad, se ocupaban en este barrio encantador de lo que podía contribuir al agrado de la vida. Allí los unos con su fortuna consi- derable, los otros con una imaginación delicada,