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DE NINÓN DE LENCLÓS 5

amante fué largo tiempo deferida por la amante, y si los obstáculos que tenía que poner á sus deseos, la vigilancia de Me, de Lenclós les costaron mucho de dominar : ni disfrazo ni imagino nada. M. de Coligny fué dichoso, esa es la tradición, y sin duda fué el más dichoso de todos los hombres.

Un hecho asaz particular de esta intriga, que no por más viva fué menos sólida que todas las de esta especie, es que Ninón, poco devota y ya llena de los principios inquebrantables á que la llevaba su re- flexión, no perdonó nada para comprometer á su amante á abjurar de los errores que los prejuicios de su educación le hacían preferir á la religión dominante de su país, y que podian hacerle perder, por un empeño absurdo, todas las ventajas á- que su naci- miento y su mérito personal le hacían acreedor.

Hay que representarse á Ninón de diez y seis ó diez y siete años, toda amor y placer, alternando con el lenguajes de la ternura largas y serias conver- saciones sobre el cambio á que quería obligarle; situación quizá única entre dos amantes de esta edad. Preciso es confesarlo; no la guiaba tanto el celo de la buena causa como el interés de Chatillón. Pero, por humano que parezca este motivo, ¿no hace el elogio de Ninón? ¿Qué otra mujer hubiera tenido por el conde este exceso de atención? el amor mismo resistir al amor; sólo algunos años más tarde se decidió el conde á tomar un partido que todo le aconsejaba (1).

Sea que Ninón sintiese primero algún eníria- miento por M. de Coligny, sea que éste rompiera la cadena que parecía unirlos tan estrechamente, su

(1) Abjuró en 1648.