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134 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

Sca de esto lo que quiera, lo cierto es que vos pagáis la culpa de vuestros semejantes; la condesa teme que os parezcáis á los demás amantes. Dis- puesta á ceder á poco que insistáis, busca razones para creeros sincero. El amor que la juráis no la ofende, ¿qué digo? la encanta. Tan halagada está que todo su temor consiste en que no sea verdadero; disipad sus alarmas, mostradle que la dicha que la dais y cuyo precio conoce no es una dicha imaginaria; persuadidla de que siempre la gozará y su resistencia se habrá esfumado, sus dudas se disiparán y se aco- gerá con avidez á todo lo que pueda destruir sus sos- pechas y su inquietud. Os hubicra creído, la hubierais determinado al placer de verse amada si pensara serlo y serio para siempre. ¡Qué torpes que son las mujeres si con sus temores y con sus dudas sobre la sinceridad y sobre la constancia de los hombres pre- tenden hacer creer que huyen ó desprecian el amor. Desde el momento que temen que las engañan hacién- doles esperar que gozarán de todas las dulzuras; desde el momento que temen que el idilio no dure mucho tiempo, conocen ya los encantos del amor y lo que las inquieta es verse privadas de ellos dema- siado pronto. Combatidas sin cesar por ese temor y por el atractivo poderoso que las empuja al placer, vacilan; tiemblan á la suposición de la brevedad de las horas felices. Por eso, marqués, figuraos que toda mujer que emplea el lenguaje de la condesa, os dice: Me imagino perfectamente todas las delicias del amor; seductora es la idea que de ellas me formo. ¿Creéis que en el fondo deseo menos que vos gozar de tales encantos? Pero cuanto más hermosa es la imagen que del amor me forjo, más grande es mi temor de que sea una bella quimera y rehuso enrte-