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AL MARQUÉS DE SÉVIGNE 161

hecho la pobre humanidad? ¿Por qué despreciarla y buscar en los ciclos la causa de nuestras debilidades? No subamos tan alto, quedémonos en la tierra que en ella la encontraremos, porque en ella está.

Realmente, yo no he declamado en mis cartas contra el amor; no os he aconsejado que os apartéis de él. Estoy demasiado persuadida de la inutilidad de semejantes consejos; pero os he dicho en qué con- sistía el amor, he disminuido la ilusión de que esta- bais poseído, he debilitado. al menos el poder que sobre vos hubiera ejercido. Creo que la experiencia me justificará.

Sé perfectamente que en la educación que se da á las mujeres se acostumbra á hacer todo lo contrario. ¿Qué fruto se saca de un procedimiento semejante? Se comienza por engañarlas. Se pretende que el amor las inspire el mismo miedo que las causan los malos espíritus. Se las pinta á los hombres como mons- truos de infidelidad y de perfidia. Se presenta uno de porte agradable, que hace gala de delicados senti- mientos que adopta un aspecto modesto y respe- tuoso, y la joven educada del modo indicado, creerá que la han engañado, y al ver que le han exagerado mucho las cosas, los consejeros perderán con ella todo su crédito. Interrogadla y, si es sincera, veréis que los sentimientos que ese monstruo ha excitado en su corazón, no serán por completo los del horror.

Se las engaña, además, de otra manera, Y la des- gracia está que no hay más remedio que hacerlo así. Se evita, con celoso cuidado, advertirlas, dejarlas presentir siquiera que serán atacadas por los sentidos y que estos ataques serán para ellas los más peli- grosos. Se las habla siempre en el supuesto de que son espíritus puros. Y ¿qué ocurre? Que como ellas no

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