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160 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

reconocemos, ha podido creer eso. Despojando al amor -— como he hecho yo — de todo lo que pudiera seduciros; considerándolo como efeclo del tempera- mento, del capricno ó de la vanidad; desengañándoos de lo que la metafísica le presta de nobleza y de dignidad, ¿no es evidente que lo he presentado menos peligroso? ¿No lo será más si, como pretende Mme, de Sévigné, se le erige en virtud? Yo compararía lo que acerca de esto pienso con lo que pensaba aquel famoso legislador de la antigúedad que creyó debilitar el poder que las mujeres tenían sobre los ciudadanos, exponiendo desnudeces femeninas. Pero quiero hacer un últin.o esfuerzo en vuestro favor; puesto que se me toma por una mujer de sistema, es preciso que me someta á lo que exige tan bello título. Razonemos un instante acerca de la galantería con el método que conviene á los asuntos serios.

El amor ¿es una pasión? ¿No dicen las personas de moral rígida que pasiones y vicios significan lo mismo? ¿Hay vicio más seductor que el que toma el aspecto de virtud? Por eso hay que presentarlo siempre bajo una forma que no aleje de él á las almas virtuosas. ¿No es con este propósito con el que los platónicos lo han divinizado? ¿No se ha hecho en todos los siglos la apoteosis de las pasiones con el fin de justificarlas? ¿Qué hago yo? Me atrevo á desacreditar una superstición arraigada, rompo el idolo. ¿Verdad que es una temeridad? ¿ Debía yo esperar las censuras de las mujeres cuyo culto favo- rito ataco?

Lo siento por ellas. ¡ Qué hermoso era — cuando sentían las impresiones del amor — no encontrar motivo para acusarse y sí para aplaudirse y acogerse al poder misericordioso de un Dios! ¿Qué les había