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DE NINÓN DE LENCLÓS 11

darle como amantes. Cierto que el amor, esa viva pasión é involuntaria, ese violento trasporte, ese extravío, esa embriaguez, ese engaño quizá de alma, no nombraba siempre á los dichosos. Pero Ninón consultaba casi siempre el delicado gusto de su sexo, que, cuando el corazón es dueño de escoger, lo rinde sólo á las gracias del arte ingenioso de la seducción, á esos talentos encantadores cuyo atractivo excusa las debilidades que provoca.

El gran prior de Vendome, prendado hacía mucho tiempo de los encantos de Ninón, no dejaba de perseguirla. Amante impetuoso veía con el mayor dolor que ella le hubiera preferido á los condes de Miossens y Palluam. De ellos se quejó amargamente, y Ninón, lejos de conmoverse con su reproches, escuchó los deseos de algún nuevorival, poniendo así el colmo á la desesperación del gran prior, que, en su furor injusto, creyó poderse vengar por ese medio triste, pero harto común en los amantes desgraciados. Salía él de su casa cuando encontró ella sobre su tocador una especie de carta que abrió y donde leyó este cuarteto :

Indigna de mis fuegos, indigna de mis lágrimas

— renuncio sin pena á tu escaso atractivo — mi amor te prestaba encantos, — ingrata, que tú no tenías.

Era Ninón demasiado sensata para sentirse ul- trajada con las muestras de un despecho tan poco razonable. Creyó mejor echarlo á broma y conten- tarse con responder al gran prior, con cuatro versos en la misma rima que él acababa de emplear contra ella. La tradición nos los ha conservado, son estos ;:

Insensible á tus fuegos, insensible á tus lágrimas, — te veo renunciar á mi escaso atractivo, — pero