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212 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

de raras y de caprichosas; todos hablan el mismo lenguaje y dicen : ¿por qué este proceder equivoco? ¿Cuándo una bella está decidida á ser severa, por qué sorprender la credulidad de un amante? ¿Por qué no adoptar un aspecto en armonía con sus senli- mientos? ¿Por qué dejarse amar cuando no se quiere corresponder? ¿No es eso jugar con el sentimiento?

Os engañáis, caballeros; eso es jugar con vuestra vanidad; en vano decís otra cosa, la vanidad es la ofendida y, si nos habláis del sentimiento, es para ennoblecer cosas que en nada se le parecen. ¿No sois vosotros ls que nos forzáis á trataros así? Por poca inteligencia que tenga una mujer, sabe que el lazo más fuerte para uniros á ella es la esperanza. Si desde un principio se armase de una severidad capaz de hacerla ver como invencible, ningún amante tendría. ¡ Qué soledad! La mujer más virtuosa es en el fondo sensible al deseo de agradar y hace consistir su gloria en atraerse homenajes y adoraciones. Pero no igno- rando que aquellos de quienes los espera se los tri- butan por miras que hieren su altivez; no pudiendo corregir ese defecto, el sólo partido que le queda por tomar, es el de hacer todo lo posible para que no se alejen, para conservarlos, no destruyendo, sin embargo, esas esperanzas que no piensa satisfacer. Y con la astucia, obtiene el éxito. Cuando una mujer entiende lo que realmente la conviene, no deja de decirse lo que la condesa me confesaba en nuestra última conversación.

« Sé apreciar perfectamente el os amo de los hon:- bres; no me disimulo esa verdadera significación; de mi depende únicamente el ofenderme por ella; pero cuando se les conoce bien, no hace falta más que su vanidad para desconcertar sus propósitos. Nuestra