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220 CARTAS DE NINÓN DE LENCLÓS

del amor. La culpa es mucho menos de él que ae la que se queja del enfriamento de la pasión : ella echa sobre la corrupción del corazón lo que es efeclo de su propia torpeza, de su escasa cconomía. Ea gastado cn un día todo lo que podía satisfacer cl gusto que había excilado. Ya nada tiene que ofrecer á la curiosidad de un amante; es la misma estatua; nada de variedad; él se la sabe de memoria; pero en una mujer como yo la imagino, es la aurora del más bello día, del día en que comiczan los más inten- sos placeres : las efusiones del corazón, esas confiden- cias recíprocas que causan en el alma un estado tan delicioso, esas ingenuidades, esas confesiones que se escapan, esos arrebatos que excitan en nosotros la certidumbre de hacer toda la felicidad y de merecer toda la cstimación de la persona que amamos. Ese día es el momento en que el hombre delicado des- cubre tesoros inagotables que hasta entonces se le ocultaban cuidadosamente: la libertad que una mujer adquiere va á poner en juego todos los senti- mientos antes reprimidos; su corazón va á tomar cl vuelo, pero un vuelo prudente y bien dirigido. El tiempo, lejos de traer disgustos, no proporcionará más que nuevas razones de amarla más. Para con- servar un amante, no es bastante (acaso es dema- siado) amarle locamente; hay que saber amarla con prudencia, con cierta continencia, y por eso es el pudor la cosa mas ingeniosa que las personas delicadas han imaginado. Entregarse á la impetuosidad de su in- clinación, anularse — por decirlo así — en el ob- jeto amado, es la conducta de una amante sin dis- cernimiento. Eso no es amor; es amor por el mo- mento, es querer hacer del amante un niño mimado. Una mujer ha de conducirse con más reserva y con