DE NINÓN DE LENCLÓS 29
y de discordia y de odio. Los impuestos necesarios para
, el sostenimiento de la guerra que se reprochaba al ministerio no haber terminado tan ventajosamente como podía en Munster, parecieron á algunos espíritus revoltosos un pretexto suficiente para servir á sus proyectos ambiciosos bajo el velo aparente del bien público (1).
Un ministro de paz, puesto que era de la religión, osó levantar la cabeza orgullosa en aquel tiempo de cábala y de sedición. Vióse pronto á este prelado inquieto, medio soldado, medio paslor (2), corromper con sus intrigas secretas la fidelidad de los grandes y del pueblo. Entonces, para servirme de una expre- sión de Cyrano, vióse vomitar olas de espuma sobre la púrpura real y sobre la de la Iglesia. Rimadores sin mérito y sin virtudes, vendieron miserablemente sus voces á los enemigos del Estado; sainetes injuriosos, libelos difamatorios fueron los manifiestos de esta guerra intestina que, pareciendo no levantarse más que contra un sólo hombre, hubiera arrastrado todo el reino á su ruina, si el cielo, que quería hacerlo pasar de este peligro terrible á la más alta grandeza, no hubicra soplado muchas veces entre los amotinados aquel espíritu de discordia, aquellas razones de inte- reses divididos que los hicieron las únicas víctimas de sus proyectos.
No había Ninón escatimado sus consejos á los amantes á quienes vió con pena arriesgar el respeto que debian á la majestad del trono; y la casa de
(1) Si ese es el modo de reformar y regir los Estados, felices aquellos en que domina la corrupción y el desorden.
Bazzac, Carla á Conrarl.,
(2) Carta 16 de J. Eoret, del 2 Septiembre 1605.