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28 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

tiplicados contra una conducta que ellas no eran dignas de imitar, llegaron hasta la reina regente, que se creyó en la obligación de poner orden en excesos que le pintaban con los colores más negros.

Ana de Austria envió pues á Ninón un capitán de sus guardias para darle la orden de retirarse á un convento, cuya elección se le dejaba sin embargo (1). Ninón, que vió en seguida de donde venía el golpe y preveía, no había de ser difícil á alguno de sus amigos quitar á la reina la prevención que contra ella tenía, recibió bromeando la orden y respondió al mensajero que agradecía cuanto era debido la bondad que tenía la corte ¡> dejarle la elección de convento y que se decidía sin pena por él de los Franciscanos. ¡ Vaya la picara! dijo Ana de Austria al saber cómo había recibido su orden, cuando M. de Guitaut, capitán de sus guardias le ascguró que no era más que una broma de Ninón, que merecia toda clase de consideraciones por las cualidades esenciales de su corazón y su talento. Este testimonio se vió luego apoyado por el de todos los señores que la conocían. De modo que la” reina no pensó más en molestarla y hasta se quejó en lo sucesivo de las griterías inoportunas contra una persona considerada de los más grandes señores de la coris y sobre todo del duque de Enghien que ya entonces no pasaba por conceder ligeramente su esti- mación á las mujeres (2).

Á estos dias dichosos, que el reino había pasado en la paz y la voluptuosidad, sucedieron pronto días

(1) La reina regente quería enviarla á las Arrepentidas, pero” el célebre Bautru la dijo que no debía de enviarla alli, porque ni era joven ni arrepentida.

(2) ¿Cuál es el medio — dice Mu* de Sévigné — de no sen- lirse ialagada con la estimación del principe si no la prouigza con las mujeres?