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44 MEMORIAS SOBRE LA VIDA

Hay corazones privilegiados en quienes la conse- cución del objeto no extingue la ternura; pero qué pocos son esos corazones. La franqueza de Ninón, el privilegio que creía tener de gozar de todos los de- rechos de los hombres entre los cuales se contaba, no le daban ninguna inquietud sobre su conducta. Á sus amantes correspondía temblar ó avenirse á su manera de amar, que puede no estimarse aunque entonces estaba á la moda lo mismo que hoy. No se avergonzaba de eso todavía, hasta se bromcaba al- gunas veces, como se verá por el rasgo siguiente. El marqués de la Chátre era, hacía algún tiempo, el amante favorecido, cuando su deber llamándolo lejos de Ninón, comprendió lo que una separación podia tener de horrible con ella. Un francés no duda nunca entre la gloria y lo que ama, y quizá no ama de verdad más que el honor. Sin embargo, sintió miedo, gimió, y la dicha de que gozaba aun no pudo tranquilizarle sobre lo que su ausencia le hacía temer. En vano Ninón quiso curarlo de sus sospe- chas. No, cruel, respondió; váis á olvidarme y á traicionarme; conozco vuestro corazón, me alarma, me espanta; aun me es fiel, lo sé, lo veo, no me engañáis en este momento. Pero yo mismo os hablo de mi amor, ¿quién os lo recordará cuando yo haya partido? El amor que vos sabéis inspirar, Ninón, es muy diferente del que sentís. Siempre estaréis pre- sente á mis ojos, la ausoncia es para vos el término de la ternura. Todos los objetos lejos de vos van á parecerme odiosos; todos van á interesaros. Ninón no pudo menos de convenir interiormente en que el marqués tenía razón; pero no se asesina así un co- razón tan tierno y vivo como el suyo. ¡ Y cómo una mujer no conocería el arte del discípulo ! Mil circuns-