DE NINÓN DE LENCLÓS 57
grosa si hubiera tenido la falsía de ocultarse ó de disimular. Pero su buena fe en este punto se imponía á todos sus amigos; lo que la hacía estimable y encantadora por tantos otros mátivos, disipaba en ellos estas nubecillas de galantería un poco fuerte que sus enemigos se cmpeñaban en agrandar. Se ve en las recopilaciones de cantares de aquel tiempo que no fué más bien tratada que un gran número de mujeres tan distinguidas en la corte por su alcurnia como por su belleza. Si la licencia de estas canciones no permite transcribirlas, tampoco quiere la verdad que yo finja ignorarlas. La única quizás que puede darse á conocer fué compuesta por M. de Tourcille, de la Academia francesa, cuyo estilo ampuloso y aceptado no había podido unir el difícil voto de Ninón á todos los que usurparon entonces la traducción de Demóstenes y su prefacio. No había ella siquiera disimulado el fas- tidio que la lectura de esta obra le causó, y el acadé- mico creyó deberse vengar con el epigrama siguiente : En un discurso académico — Lleno de griego y de latín — Qué ha de encontrar Ninón que le agrade. — Las figuras de la retórica — Son bien sosas des- pués de las del tretino. Las mujeres (dice Mm* de Sévigné) tienen permiso de ser débiles, y se sirven sin escrúpulo de esle privi- “legio. Era esto tratarlas bien; porque hubiera podido decir que nunca habían abusado tanto como entonces. El amor del placer había entrado demasiado en las almas; no había ya límites, y Ninón no era más que lo que la mayoría de las mujeres tenían á gala el ser. Me guardaré bien de justificar aquí su corazón que abandonaba demasiado al torrente de sus deseos y menos aun aquella libertad con que hablaba de las cosas más sagradas. La seguridad que puede dar una