58 MEMORIAS SOBRE LA VIDA
No pensó más que en obtener de éste el permiso de descubrir un secreto que ya no podía guardar y M. de Gersay fué el primero que la dió ese consejo.
Escribió, pues, al caballero, diciéndole la hora á que debía ir á su casila del barrio de San Antonio para hablar con ella. ¡ Cuánto esmero puso él en su arreglo personal! ¡Cuántas imágenes de amor ar- diente cruzaron por su mente! La encontró sola; pero ¡cuánta tristeza, cuánto abatimiento observó en sus ojos! Se echa á sus pies, la coge la mano, la baña con sus lágrimas. « Desgraciado, exclama Ninón, dejándose caer en sus brazos hay destinos contra los c 1iles nada puede la prudencia humana, ¿Qué no habré intentado yo para devolver la calma á vuestros sentidos enardecidos? ¡Qué misterio me obligáis á descubrir! » « ¿Pretendéis engañarme to- davía? interrumpió él. ¿Acaso no veo en vuestros ojos ese amor que de vos me atrevo á esperar? En esas palabras obscuras reconozco vuestra injusticia; esperáis curarme; pero desengañaos, el triunfo cruel que buscáis está más ellá de todas vuestras fuerzas juntas, más allá de todos los artificios, más allá hasta de la razón.» Y no escuchando más voz que la de su amorosa embriaguez, el caballero intenta llegar hasta la última temeridad del enamorado. « Dete- neos, le dice indignada Ninón ; ese horrible amor no pisoteará los más sagrados deberes; deteneos, os digo, sois un monstruo, temblad de espanto; ¿puede el amor habitar en lo que vos llenáis de oprobio y vergúenza? ¿Sabéis quién sois? ¿Sabéis quién soy yo? Esta amante á la que tanto perseguís... »» ¿Esa amante?... » «Esa amante es vuestra madre, res- ponde Ninón; me debéis la vida, es mi hijo el que suspira á mis pies, el que me habla de amor; ved,